domingo, 11 de junio de 2017

Conservar el paisaje

Cada vez que subía a visitar a mi tío José María de Serraduy y le hablaba de las rutas que hacía, siempre me preguntaba lo mismo, “¿Cómo es ese país?”, refiriéndose a como era el paisaje. Quería que le describiera el terreno.
Entonces no entendía bien el motivo de su pregunta, pero ahora tras 1.300 kilómetros de rutas documentadas, comprendo perfectamente a qué se refería. El paisaje es como el documento de identidad de un entorno determinado. Como la foto que se queda fija en la retina cuando va pasando el tiempo. En parte, la huella humana que dejamos en la naturaleza.

Cuando comencé el blog Caminos de Barbastro en el año 2012 no tenía esa percepción del paisaje como identidad. Si tenía claro que quería documentar caminos tradicionales y darles un contexto de interpretación histórico.
Ha sido en el último año, al publicar las cinco guías, que he recobrado esa percepción de integración. De hecho, la realización de cada una de ellas ha sido un verdadero diálogo con el entorno en sus distintas dimensiones de naturaleza e historia.
Unas guías en las que he intentando plasmar una visión global del territorio para posibilitar la reflexión y no únicamente el conocimiento parcial de la entrada de una ruta concreta que se puede consultar en el blog.

Mi primer acercamiento fue al entorno del municipio de Barbastro (Caminar en Barbastro) donde describo 30 rutas que permiten conocerlo íntegramente. El paisaje que más caracteriza este territorio es su parte sur por donde pasa la formación de yesos, llamadas las “chesas”. De hecho, 14 rutas están dedicadas a este lugar tan peculiar.
En mi recuerdo queda el sosiego de andar por una pista plateada entre colinas blanquecinas y los campos de cereales que serpentean entre ellas. Entre tanto y tanto encontrarte una casa de campo escavada en la roca con el techo cubierto de vegetación y una era cercana para trillar.

Chesas de Barbastro. El Pueyo al fondo

El río Vero ha permitido regar sus huertas durante cientos de años. Todavía queda una zona inalterada de lo que fue la huerta árabe, que merecería la pena proteger antes que se vayan convirtiendo en grandes campos de cultivo. Un mosaico de pequeños campos tejido de acequias de barro milenarias.
En la última revisión de la guía, he añadido 3 rutas para recorrer el bosque de ribera junto al río Vero. Un paisaje al que hemos vivido de espaldas y que merece conocerlo para sentirse envuelto por la naturaleza. Un grupo de vecinos han hecho posible redescubrir este tesoro que teníamos tan cercano.
Apenas dejar las últimas casas de Barbastro y seguir un sendero sombreado por los árboles junto a la corriente. No parar de escuchar a los pájaros que nos acompañan todo el trazado con su canto jovial.

La segunda guía (Camino de San Ramón) es todo un ejercicio de descubrir la ruta que siguió el obispo en su destierro en el año 1116. Un trazado longitudinal de 138 kilómetros que disecciona el paisaje que nos encontramos desde Barbastro hasta la frontera con Francia recorriendo la comarca de la Ribagorza.
Similar ejercicio es el que realizo con la tercera guía (Caminar Sobrarbe). Un homenaje al paisaje de las cabañeras milenarias y a lo sistemas de fortalezas que nos encontramos en su recorrido de sur a norte.

Las dos últimas guías están dedicadas a dos sierras muy poco conocidas: Sis y La Carrodilla. La de Sis impacta con su larga loma de pastos que transcurre de norte a sur y los pasos llamados “grados” para poder atravesar la parte de conglomerados.
Caminar durante más de 12 kilómetro recorriendo la loma cimera de la Sierra de Sis es una experiencia que merece ser vivida. Y, de vez en cuando, sorprendernos por los enigmáticos círculos megalíticos que nos vamos encontrando.

Loma de la Sierra de Sis. Círculo megalítico

La Sierra de la Carrodilla es un verdadero museo con un paisaje esculpido durante millones de años por la naturaleza y decena de miles por el ser humano. Además de las formaciones calizas, resalta de su paisaje los extensos prados interiores protegidos por las colinas de la sierra y las cuevas con pinturas del neolítico en parajes de singular belleza como son el caso de las cuevas del Forau del Cocho subiendo al Buñero o la cueva de Engardaixo en el barranco de los Cigués.

Al documentarme para confeccionar las guías, me he ido dando cuenta de mis carencias en muchos aspectos, que ido subsanando con el estudio y con el consejo de personas expertas en variadas disciplinas. Aquello de que cada vez “sé que sé menos”.
Desde mi paso por la Escuela de Magisterio de Huesca he de agradecer el papel que tuvo el profesor Chesús Vázquez para inculcarme la pasión por la toponimia. Conocer el significado de cómo denominamos al territorio es fundamental para interpretar el paisaje humanizado.
El profesor José Antonio Cuchi ha sido muy paciente cuantas veces me he acercado a su despacho para que me aclarara las formaciones geológicas. Eso de la escala de millones de años, no lo llevo muy bien.
Internet ha sido una herramienta fundamental para poder acceder a artículos de historia que he necesitado. Fundamental fue “Historia de la Ribagorza” de Manuel Iglesias por su pasión y conocimiento del terreno, así como el detonante de inspiración que supuso para iniciar la primera guía.
En este proceso, he aprendido a valorar la labor de cualquier persona que ha intentado documentar este hermoso lienzo de paisajes donde me ha tocado vivir, especialmente del Somontano de Barbastro y comarcas próximas.

He tenido personas inspiradoras como Félix de Azara. El paisaje de carrascas que rodea Barbuñales me acercan a ese mismo bosque humanizado que él pudo contemplar hace dos siglos en su tierra natal.
Recuerdo de niño como el naturalista David Gómez traía crías de cernícalo al local del Grupo Scout San José de Calasanz que teníamos en el Colegio de los Escolapios. Todavía queda en mi memoria la pasión de sus ojos y voz entusiasmados cuando hablaba de las aves rapaces del Somontano, así como el tacto del plumón de aquellas pequeñas criaturas que con tanto amor cuidaba.
Muy recientemente, disfrutar el conocimiento de la flora de Juan Manuel Sanz y su capacidad de difundirlo a quienes le rodean, tanto en excursiones, charlas como en Internet con su blog Roca y Flor.

Pajar y era en el Camino de las Jareas, Barbastro

Me gustaría poder traspasar los límites del tiempo y mantener un diálogo en la mesa de piedra que se encuentra en lo alto del monasterio del Pueyo con estos tres naturalistas nacidos como yo en el Somontano.
Rescatar por un momento a Félix de Azara de su reposo en la Capilla de los Lastanosa en la catedral de Huesca y al malogrado David Gómez del cementerio de Barbastro. Subir andando con Juan Manuel Sanz desde Barbastro por el camino del Pueyo y encontrarnos con ellos.
Contemplar juntos el inmenso paisaje que se contempla desde esta atalaya natural hacia los cuatro puntos cardinales, presidiendo el Somontano y saboreando las vistas del Pirineo Central y las Sierras Exteriores.

Me gustaría conocer la opinión de Félix de Azara de los cambios en el paisaje tras dos siglos o la de David Gómez, aunque apenas hayan pasado 12 años desde que nos dejó. Ya sé que no es posible este encuentro, pero el imaginarlo nos puede ayudar a reflexionar.
A pensar sobre qué paisaje queremos legar a las próximas generaciones y sobre el difícil equilibrio de un desarrollo sostenible. ¿Qué huella podemos y queremos dejar en este paisaje que nuestros antepasados han cincelado durante decenas de miles de años?
A darnos cuenta que tan sólo somos inquilinos temporales de un frágil ecosistema que ha sido construido con mucho esfuerzo durante centenares de generaciones que han ido pasando el testigo a la siguiente. Y que nosotros, somos una más.

Acabar el encuentro viendo atardecer mientras las sombras se van haciendo más grandes y se diluyen las formas. Unos volver al eterno retorno y otros a casa, refrescando en la memoria la hermosura del paisaje con el que hemos dialogado y, deseo, lo puedan seguir continuando las próximas generaciones.

Daniel Vallés Turmo, 11 de junio de 2017